Andábamos los tres en la era cuando vinieron aquellos hombres. Tú conducías la burra. Andreu y yo, manos a las horcas, aventábamos las gavillas. Era un mediodía de julio. Caía una solana que astillaba las piedras. Sólo se oía el barullo del trillo batiendo el trigo y los rebufos de la res.
Category Archive los Relatos de Rafel Jaume
La mujer que nadie conoce está sentada frente a una mesa del Bar Central de un pueblo cualquiera desde donde puede ver a todo el que entra.
Se sientan a la mesa de siempre del café Argelia. Él la mira con la sonrisa apacible forjada a base de años de escucharla. Ella tiene la palabra.
Un enfermo degenerativo recibe como cada jueves la visita de una voluntaria que lo saca a pasear. Mientras salen del hospital, él lleva un extraño recuento que acaba diciendo: diez a uno, y el perro no cuenta.
Blai se quejaba siempre de no tener nunca tiempo para pensar.
Le gustaba mucho, sentarse a pensar. Pensar en cosas que había hecho, que debería hacer, que le gustaría hacer; en cosas que nunca haría… Podía pasarse horas, cuando estaba soltero y tenía pocos quehaceres, pensando y pensando. A veces lo hacía en el sofá, pero le gustaba sobre todo pensar sentado.
Una lenta cadencia in crescendo de golpes secos, acompasados, rompe la oscuridad fría y húmeda que adormece la calle. Una farola derrama una luz turbia alrededor de un cajero automático. Una sombra pequeña y pesada se convierte, a medida que entra en escena a toques de bastón, en un hombre encogido por el peso de muchos inviernos.
A veces, en lugar de salir a la terraza a ver pasar guiris, prefería sentarme en el rellano de atrás y disfrutar de la alegre y mucho más armoniosa compañía de un puñado de mirlos que cantaban de principio a fin de año, pero con especial dedicación en primavera, entre el ramaje del exiguo reducto de pinos supervivientes y de una pareja de abubillas que venían a anidar cada temporada en una grieta entre los bloques de arenisca de la pared del vecino. Así, cuando mi profesor de lengua nos mandó escribir un cuento, aquellos dos pájaros tan diferentes me sirvieron de inspiración. Mis convicciones ecologistas hicieron el resto.